
Este 17 de abril, Jueves Santo, Catedral Basílica de San Miguel se convierte en lugar donde se lleva a cabo de una de las celebraciones más significativas del año litúrgico: la Misa Crismal, celebrada 9:00 de la mañana y convocará a toda la curia diocesana en un gesto de profunda comunión, fidelidad y renovación espiritual.
La Misa Crismal, aunque muchas veces pasa desapercibida para los fieles que centran su atención en la Misa Vespertina de la Cena del Señor, posee un profundo simbolismo y contenido litúrgico. Es uno de los momentos más representativos de la unidad entre el obispo y sus presbíteros, y de la presencia viva del Espíritu Santo en la Iglesia.
Un origen que hunde sus raíces en la tradición apostólica
Históricamente, la bendición de los óleos y la consagración del santo crisma se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Según la Enciclopedia Católica, ya en el siglo V se encuentran referencias concretas a esta celebración en la liturgia hispánica y romana. El carácter solemne y sacramental de esta misa se consolidó en la Edad Media y fue reafirmado por el Concilio Vaticano II como una manifestación clara del sacerdocio común y ministerial.
El Misal Romano establece que la Misa Crismal debe ser presidida por el obispo y concelebrada por los presbíteros de toda la diócesis. En ella, además de bendecir el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos, y de consagrar el santo crisma, se realiza la renovación de las promesas sacerdotales, fortaleciendo así el vínculo de comunión entre el obispo y su presbiterio.
¿Qué significa Crisma y por qué es tan importante?
La palabra crisma proviene del griego chrísma, que significa “unción” o “ungüento”. Este aceite perfumado representa la plenitud del Espíritu Santo y es consagrado por el obispo de manera exclusiva. Se utiliza en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal, siendo signo de la presencia activa de Cristo en la vida de los creyentes.
El Código de Derecho Canónico (c. 880-880.3) regula esta práctica, reservando al obispo la facultad de consagrar el crisma, acto que simboliza también la unidad de la Iglesia local con su pastor.
Una cita ineludible para todo el presbiterio de la diócesis
Para el Presbítero Melvin Wilberto Valle, párroco de la Parroquia San Pío X y Director de Radio Reina de la Paz, de la Diócesis de San Miguel, la Misa Crismal “Es una experiencia profundamente espiritual y clave en nuestra vida sacerdotal. Volvemos a asumir la entrega en Cristo Jesús y renovamos nuestra identidad como pastores al servicio del pueblo de Dios”.
El sacerdote explica que esta celebración marca el inicio del Triduo Pascual y coloca al sacerdote “en el corazón del misterio pascual”, donde se entrelazan el servicio, la consagración y la misión evangelizadora.
Los óleos sagrados: signos de vida, salvación y sanación
Durante esta misa se bendicen tres tipos de óleos:
- Óleo de los Catecúmenos: usado en el Bautismo, fortalece espiritualmente a quienes se preparan para recibir el sacramento.
- Óleo de los Enfermos: destinado al sacramento de la Unción de los Enfermos, signo de consuelo y esperanza en el sufrimiento.
- Santo Crisma: mezcla de aceite y aromas, consagrado por el obispo. Es utilizado en la Confirmación, el Bautismo y las ordenaciones sacerdotales y episcopales.
En palabras del padre Valle: “Estos óleos consagrados hacen más cercano el misterio del Señor a nuestros hermanos: a los que sufren, a los que van a ser incorporados al Cuerpo de Cristo, a los que serán fortalecidos por el Espíritu Santo”.

La renovación de las promesas sacerdotales: un acto de amor y fidelidad
Uno de los momentos más emotivos de esta liturgia es cuando los sacerdotes, frente a su obispo y junto a sus hermanos presbíteros, renuevan públicamente sus promesas sacerdotales. El padre Melvin Valle resalta: “Renovamos nuestras promesas de pobreza, castidad y obediencia. Es como decirle al Señor nuevamente: ‘Aquí estoy, envíame’”.
Esta renovación expresa la fidelidad al llamado recibido y el compromiso continuo con el servicio a la comunidad. Es un acto que, según el sacerdote, fortalece la identidad sacerdotal, une más al clero con su obispo y los impulsa a vivir con mayor entrega el misterio de Cristo.
Un llamado a los fieles: acompañar a sus sacerdotes
Si bien es una misa que convoca esencialmente a los sacerdotes, los fieles también están invitados a participar. “Es muy bonito cuando las comunidades acompañan a sus sacerdotes a la catedral”, menciona el padre Valle, quien destaca que la presencia de la comunidad diocesana en esta celebración refuerza el sentido de unidad y comunión eclesial.
La participación laical en la Misa Crismal permite a los fieles conocer más a fondo la vida sacramental de la Iglesia, rezar por sus pastores y comprender mejor el papel que juegan los óleos en la vida cristiana.
Preparativos litúrgicos y cuidado ceremonial
De acuerdo con el Misal Romano, en la Misa Crismal todo se prepara con especial solemnidad. Las vasijas de los óleos, los aromas, el pan, el vino y el agua se presentan con reverencia. La celebración no incluye el Credo, pero sí una oración de los fieles especial, y debe ser siempre concelebrada.
Durante la liturgia, la bendición del óleo de los enfermos se realiza antes de finalizar la plegaria eucarística, mientras que la del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma se lleva a cabo después de la comunión.
“En la misa en Catedral donde hacemos nuevo nuestro compromiso de amor al señor, y también donde se bendice, se consagran los santos óleos que sirven para poder hacer más cercano el misterio del señor a nuestros hermanos, a los que sufren, a los que van a ser incorporados al cuerpo de Cristo, en el bautismo, a través de la confirmación, a través de la unción por del Espíritu Santo de los sacerdotes que serán consagrados por el obispo durante el año litúrgico”. Expresa Melvin Valle, sacerdote de la Diócesis de San Miguel.

Misa Crismal: signo de unidad eclesial y misión pastoral
La Misa Crismal no es solo una celebración hermosa, sino un signo vivo de la Iglesia que camina unida. Como lo describe el presbítero Melvin: “Es una experiencia clave. Nos renueva, nos recuerda a quién servimos y con qué espíritu debemos hacerlo”.
El vínculo entre el obispo y los sacerdotes se fortalece en esta liturgia, y la Iglesia se muestra como un cuerpo unido, en comunión y al servicio del Evangelio. Así lo expresa también el Misal: “El obispo ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey… La misa crismal ha de ser tenida como una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo y como un signo de la unión estrecha de los presbíteros con él”.
Una cita litúrgica para no pasar por alto
Este Jueves Santo, 17 de abril, a las 9:00 a.m., la Catedral Basílica de San Miguel se convierte en el corazón espiritual de toda la diócesis. La Misa Crismal, presidida por el obispo de la Diócesis de San Miguel Monseñor Fabio Reinaldo Colindres Abarca y concelebrada por el clero diocesano, será un momento de gracia, renovación y unidad. Una oportunidad para que toda la comunidad católica se una en oración, agradezca por sus pastores y viva, en comunión con ellos, la alegría del sacerdocio de Cristo.
Como concluye el padre Melvin Wilberto Valle: “Volver a esta misa cada año es volver a la fuente de nuestra vocación, es dejar que Cristo nos unja de nuevo para seguir sirviendo con amor, con alegría y con fidelidad”.
Redacción: Elizabeth Ponce.
Jueves Santo: La Misa Crismal, un signo de unidad, renovación y consagración en la vida de la Iglesia