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Fue creada el 11 de febrero de 1913 por el Papa Pío X, separándola de la Arquidiócesis de San Salvador. El 2 de diciembre de 1954 cedió una parte de su territorio para crear la Diócesis de Santiago de María.

La Diócesis de San Miguel (en latín: Dioecesis Sancti Michaelis) es una diócesis de la Iglesia Católica en El Salvador creada el 11 de febrero de 1913, sufragánea de la Arquidiócesis de San Salvador. Abarca los departamentos de La Unión, Morazán y gran parte de San Miguel. Su sede es la Catedral de San Miguel, cabecera del departamento homónimo. Está dividida en 44 parroquias y tiene 61 sacerdotes, 55 seculares y 6 regulares.

Marco Histórico de la Diócesis de San Miguel

ANTES DE LA ERECCIÓN DE LA DIÓCESIS

Antes de la llegada de los españoles florecieron en nuestras tierras mesoamericanas muchos grupos humanos (etnias) con diferentes culturas y civilizaciones. Tales asentamientos precolombinos o prehispánicos habían alcanzado altos niveles de desarrollo, expresado en la diversidad de ciudades y de idiomas, de los cuales se conservan muchos en Guatemala y México. Esta región era un verdadero paraíso; en primer lugar por su biodiversidad, la cual ofrecía una gran variedad de especies animales y vegetales alimentadas por muchos recursos hídricos (ríos, lagunas y lagos); y en segundo lugar, por las abundantes minas de oro, plata y otros metales preciosos.

Este mundo cultural indígena entró en una de sus más profundas crisis debido a la irrespetuosa y violenta invasión de los conquistadores españoles, quienes con el afán del dominio y explotación de estas tierras, llegaron a nuestro continente en 1492, bajo el mando de Cristóbal Colón, apoyado por la corona española.

En Centroamérica la conquista se realizó desde dos frentes antagónicos la expedición proveniente del Sur, dirigida por Pedro Arias de Ávila, conocido por los historiadores como Pedrarias, gobernador del Darién (Panamá), que ansiaba apoderarse del oro y la plata de la región central. Este, después de vencer y ejecutar a Vasco Núñez de Balboa, en lucha por el “Botín de Panamá”, envió varias expediciones a lo largo del litoral pacífico. La segunda de ellas en 1523, al mando de los navegantes Gil Gonzáles Dávila y Andrés Niño, quienes se apoderaron de la provincia de Nicaragua y descubrieron el Golfo de Fonseca y las costas salvadoreñas. Posteriormente envió por tierra a Martín Estete para apoderarse de la provincia de Cuscatlán, pero éste fue rechazado por los indígenas Pipiles y Lencas y se vio obligado a regresar a Nicaragua.

Ante tal situación y para impedir el dominio de Pedrarias, en diciembre de 1523 Don Pedro de Alvarado emprendió la expedición del norte, proveniente de México. Alvarado, después de invadiro y conquistar la Provincia de Guatemala fundó en el año 1524 la Villa de Santiago de los Caballeros (Antigua Guatemala), posteriormente llegó a la provincia de Cuscatlán, enfrentando sangrientas batallas contra los ejércitos pipiles durante varios meses; fundándose la primera Villa de San Salvador en 1525.  Desde el punto de vista político, más que una conquista fue una cruel invasión de los españoles contra los pueblos aborígenes que nunca quisieron perder su identidad cultural y religiosa. Para Fray Bartolomé de las Casas de la conquista fue una clara usurpación y violento irrespeto a la vida y dignidad del indígena.

No podríamos hacer el mismo juicio respecto a la primera evangelización de la Iglesia Católica en nuestro continente. La mayoría de los historiadores eclesiásticos coinciden en afirmar que la conquista estaba inspirada en un doble ideal : “al rey infinitas tierras y a Dios numerosas almas”. Los primeros misioneros tuvieron más problemas con los mismos españoles que con los indígenas. La mayoría de ellos defendieron la libertad de los indígenas y su derecho de propiedad, denunciaron los maltratos y la esclavitud por parte de los conquistadores, hicieron una propuesta no forzosa de la fe, invitándoles a recibir sacramentos a través de la predicación en los idiomas nativos, etc. Esto era lo que exigían muchos documentos pontificios como las bulas de los papas Pablo III (1537) y Pío IV (1546), que invitaban los misioneros a respetar la dignidad de los indígenas. Sin embargo no podemos negar que algunos misioneros, afanados por la conquista de almas, también irrespetaron la cultura aborigen destruyendo templos sagrados, imponiendo la doctrina católica, los sacramentos y el idioma español, sin hacer una justa valoración de su cultura. Pero estos casos eran excepcionales.

Durante el primer período colonial los pueblos indígenas recibieron al mismo tiempo la espada (conquistadores) y la cruz (evangelización). Fue debilitándose paulatinamente la religión nativa en la mayoría de etnias y, con el aprendizaje del nuevo idioma, también lo esencial de la cultura originaria. Algunos elementos de la cultura indígena se clandestinizaron, conservándose  con mucha pureza en aquellas etnias que lograron escaparse de los conquistadores y misioneros. Otros, en cambio, se sincetizaron o se integraron con el catolicismo, formándose así la Religiosidad Popular.  A pesar de que la misión de la Iglesia católica fue muy reconciliadora y respetuosa, haciendo esfuerzos claros por entender y defender a los indígenas, no se lograron borrar los resentimientos y heridas causadas por los conquistadores, pues los pueblos indígenas de nuestro continente aún buscan su reivindicación, en medio de una sociedad globalizada y a más de 500 años de la conquista.

 

Fundación de la Ciudad de San Miguel

La Villa de San Miguel de la Frontera fue la tercera ciudad del Virreinato de Guatemala fundada por orden del Conquistador Don Pedro de Alvarado, en su segundo viaje a Centroamérica en 1530 y obedeción a la necesidad de trazar las fronteras del territorio de ese nuevo Reino. El conquistador “envió al capitán de lanceros Don Luis de Moscoso, con 120 soldados, a efecto de que fundara una colonia de españoles en las fértiles comarcas situadas allende del río lempa”; al sureste de la Provincia de Cuscatlán (Pochotlán), zona muy rica en minas, especies y prósperos pueblos. Cumpliendo con su misión, de Moscoso, fundó el 8 de mayo de 1530, día de San Miguel Arcángel, una coloni acastellana que llamó “San Miguel de la Frontera”. En el mismo acto procedió a nombrar las autoridades de la nueva villa, quedando como el primer alcalde ordinario. Don Gabriel de Cabrera. No se sabe con exactitud cuál fue el lugar específico del asentamiento de la antigua y primera Villa de San Miguel de la Frontera, pues las descripciones que dan los historiadores no son muy precisas. Algunos de ellos sospechan que esta primera Villa fue fundada en el departamento de Usulután, posiblemente en el lugar que hoy ocupa la ciudad de Santa Elena. Sin mebargo se sabe que en 1586 la primera colonia fue incendiada y sus habitantes se trasladaron posteriormente al sitio que actualmente ocupa la ciudad.

 

La Parroquia San Miguel Arcángel

La erección de la parroquia San Miguel Arcángel se realizó en el mismo momento de la fundación de la ciudad, pues en el mandato de fundación venía incluido el nombramiento de las autoridades civiles, militares y religiosas. Lo mismo podríamos decir de la construcción del primer templo parroquial, el cual era parte del diseño de la nueva colonia. Por ser una pequeña población inicial, éste no fue tan monumental, sino más bien de estilo sencillo y de material corriente como adobe, madera, y teja.

La nueva parroquia de San Miguel Arcángel pertenecía a la jurisdicción del Obispado de Guatemala y comprendía todo el territorio de lo que ahora es la zona oriental del áis, desde el río Lempa hasta el Golfo de Fonseca. En el año 1572 el territorio parroquial ya contaba con 80 pueblos de indios tributarios repartiendose en 60 encomiendas. El caso de la Villa o colonia tenía en ese mismo año unos 650 habitantes, incluidos los 60 encomenderos.

En 1574, el padre provincial de la Orden de San Francisco; visitó la ciudad de San Miguel y fundó el convento de la Veracruz, el cual un año más tarde se erigió en guardianía, dándosele por titular a San Francisco y asignándole en 1577 20 pueblos indígenas. Basados en los escritos del Pbro. Domingo Jarros, la Villa de San Miguel obtuvo el título de ciudad en el año 1585; sin embargo el geógrafo Guillermo Dawson señala el año de 1386.

Pero también constatan que a inicios del 1586 sucedieron una serie de incendios ocasionados por los agricultores, los cuales destruyeron casi totalmente la ciudad, cuyas casas eran de pared de madera o adobe con techo de teja o paja, las cuales quedaron convertidas en cenizas. Ni las iglesias se salvaron, pues del convento de San Francisco no quedó puerta, ni marco, ni pared buena. Por tal razón en junio del año en mención , en ocasión de la visita de Fray Alonso Ponce, había solamente 150 personas en la colonia.

En vista de ellos los alcaldes, religiosos y vecinos de la Villa de San Miguel tomaron las campanas de la gilesia y con ellas se fueron a poblar al lugar que hoy ocupa la ciudad. En este nuevo y definitivo asentamiento se construyó el segundo templo parroquial, más grande que el primero y siguiendo los diseños arquitectónicos de los templos colonias: fachada muy elegante, paredes de calicanto, pilares de madera tallada con capiteles, techo de madera con tejas y piso de barro. De esta iglesia no se tienen muchos datos, pero se sabe con certeza que fue demolida en 1862 para construir en su lugar la actual Catedral Basílica de San Miguel.

Sin embargo la tranquilidad y la prosperidad no llegaron inmediatamente después de la reubicación a los vecinos de San Miguel, como lo narra Don Jorge Lardé y Larín; pues, preocupados por muchos problemas , el 8 de junio de 1590 los migueleños reunidos en cabildo pidieron la autorización del Ing. Francisco de Valverde para mover nuevamente la ciudad a la Bahía de Fonseca, pero no se logró.  La ciudad fue poblándose nuevamente, pues en 1594 contaba con 300 habitantes. En 1630, los frailes de la orden de Nuestra Señora de la Mercede, Redención de los Cautivos, fundarpon una casa en San Miguel, lo que indica que había ya un considerable crecimiento poblacional.

El hallazgo de la imagen de la Reina de la Paz

En 1692 los piratas y corsarios ingleses comandados por Francis Drake incursionaron en la costa del Pacífico comprendida entre el golfo de Fonseca y la bahía de Jiquilisco, amenazando a San Miguel ya todos los pueblos del Litoral. Los invasores saquearon e incendiaron las humildes viviendas de las poblaciones indígenas del golfo de Fonseca; por tal motivo los vecinos de San Miguel con el apoyo de la milicia de San Salvador se unieron a la defensa, hasta lograr la retirada de los piratas.

Después de su retirada “dejaron abandonada la playa del extinguido pueblo y puerto de Amapala, cerca de la punta de Chiquirín y frente a la Isla del Zacatillo o punta Zacate, una caja sellada que contenía una imagen de la Virgen María. Esta era trasladada a lomo de un burrito, por los pobladores de esa zona, supuestamente a la ciudad de San Salvador; pero llegando a la ciudad de San Miguel, el 21 de noviembre del año en mención, el animal no quiso pasar de la plaza central que estaba frente a la iglesia parroquial, obligando a los custodios a bajar la pesada carga. Con ayuda de los vecinos abrieron la caja en la cula encontraron una bella imagen de la madre celestial sin saber a qué advocación pertenecía. La Virgen se ganó el corazón de los migueleños a tal grado que las enemistades y conflictos de la comunidad desparecieron y en su lugar afloraron sentimientos religiosos muy profundos de amor, paz, fraternidad y perdón. Por tal razón le dieron el nombre de “Nuestra Señora de la Paz” y posteriormente la proclamaron “Patrona de la ciudad”.

En 1740 la ciudad de San Miguel contaba con una Iglesia parroquial (San Miguel Arcángel), el convento de San Francisco(con su Iglesia), el Convento de la Merced y las ermitas de San Sebastián y El Calvario. Esta última sería la cuarta parroquia de la ciudad. En 1770 la parroquia de San Miguel, que tenía unos 3,765 habitantes en el sector urbano, entre españoles y ladinos, recibe la visita pastoral de arzobispo de Guatemala, Don Pedro Cortés y Larráz. La villa contaba además con los pueblos anexos de Chapeltique, Quelepa, Moncagua y 23 haciendas.

En 1775 el arzobispado de Guatemala presidio por Mons. Pedro Cortés y Larráz contaba con 34 parroquias en territorio salvadoreño, de las cuales sólo seis pertenecían a la zona oriental : Usulután, Ereguayquín, San Miguel, Yayantique, San Francisco Gotera y Osicala; cada una de las cuales contaba con varias iglesias filiales y muchos pueblos, cantones, caseríos y haciendas. En ese año el párroco de San Miguel era el Pabro Antonio José Carmenate, según consta en la relación que él mismo hace describiendo su parroquia al azrobispo, Mons. Cortés y Larráz.

El arzobispo en mención, afirma que los relaots de su visita pastoral a las parroquias salvadoreñas, que en la ciudad de San Miguel hay pocos indios, pues la mayoría viven en los montes; además lamenta la baja población infantil y la ausencia de escuelas públicas y privadas, lo cual significa que la educación estaba en manos de la Iglesia. Es explicable, por tanto, que constate la existencia de un cura párroco, de nueve eclesiásticos, siete frailes franciscanos y tres mercedarios. Además observa que hay mucho desorden social e inmoralidades como : Vicios, juegos prohibidos, vida nocturna, irrespeto a las mujeres, poco interés por la misa dominical y los demás sacramentos. La gente trabaja mucho y no saca tiempo para el descanso y para los compromisos religiosos.  Hasta 1786 los acaldes ordinarios y demás funcionarios municipales y judiciales dependían de San Salvador y eran sólo españoles.

 

El Milagro Patente

El 21 de septiembre de 1787, siendo cura párroco de San Miguel el Pbro. Julián Felipe Zelaya, el volcán Chaparrastique hizo una de sus más grandes erupciones amenazando con destruir la ciudad. Los vecinos decidieron en clamor popular sacar la imagen de Nuestra Señora de la Paz a la puerta principal de la Iglesia parroquial. Inmediatamente después de colocarla con la mirada hacia el cráter del volcán, la lava tomó el rumbo sur, cubriendo extensas tierras fértiles y gran parte de la laguna El Jocotal, que casi desapareció al ser cubierta por las rocas candentes. Al desaparecer el peligro se pudo ver claramente una palma formada por blancas nubes de ceniza mezcladas con fuego, las cuales salían del furioso cráter. Los vecinos interpretaron este hecho como señal de que había llegado la paz a la ciudad.

A este evidente milagro obtenido por intercesión de Nuestra Señora de la Paz y la fe de aquellos cristianos, se le llamo “el milagro patente”. Agradecido, el pueblo migueleño prometió en ese momento guardar devoción perpetua a la Virgen de la Paz y colocó en su bella imagen una palma que simboliza la Paz. En el momento de realizarse el milagro no estaba el cura párroco en la ciudad, sólo el vicario cura interino Pbro. Féliz José Rodríguez de Palacios y los coadjutores. P. Antonio Díaz del Castillo y P. José Antonio Lacayo, quienes acompañaron al pueblo ante tales sucesos.

En 1807 se describe la parroquia de San Miguel como una de las más capaces y bien servidas de la provincia; con cura rector, teniente, sacristán mayor y presbítero coadjutor. Tenía como Vicario al cura Don Miguel Barroeta. Eran sus patrones: San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de la Paz. Había ademas de la Iglesia parroquial, dos conventos: el de San Francisco, con tres frailes y el de La Merced, con dos. Se celebraban en esa época dos fiestas solemnes: La de la Virgen de la Paz; y la del Miércoles de Ceniza; y también dos fiestas menores: El domingo de Ramos y la Aparición de San Miguel Arcángel (8 de mayo).

El 28 de septiembre de 1842, el Papa Gregorio XVI erigió la Diócesis de San Salvador, desmembrando todo el territorio de El Salvador que hasta entonces perteneció al arzobispado de Guatemala. La creación de esta nueva diócesis obedeció a una petición expresa del gobierno de El Salvador, presidido por don Juan Lindo, que deseaba completar la independencia del Virreinato de Guatemala en el aspecto religioso, tan esencial para lograr los ideales de los próceres. A nivel eclesial desde 1778 el mismo arzobispo de Guatemala, Mons. don Pedro Cortéz y Larráz había expresado al Rey Carlos III la necesidad de eregir la Diócesis de San Salvador para darle una mejor atención pastoral a su numerosa población. Este también era la creación de la diócesis salvadoreña. Como primer obispo de San Salvador fue nombrado Mons. Jorge de Viteri y Ungo; quien tomó posesión de su Diócesis hasta el 25 de septiembre de 1843, después de una prolongada estadía en Roma, donde había recibido su congregación episcopal.

 

Iglesia El Rosario e inicio de la construcción de la Catedral

La tercera Iglesia que se construyó en la ciudad de San Miguel fue la de Santo Domingo, conocida también como iglesia el Rosario o Parroquia Central. No hay fecha exacta sobre su construcción, pero se sabe que fue edificada a finales del siglo XIX , con fondos personales de tres sacerdotes hermanos : Santiago, José Manuel, y Lorenzo Palacios. El predio de esta iglesia estaba inscrito a favor de la madre de estos sacerdotes, Doña María del Rosario Palacios y el convento a favor de doña Dolores Guzmán de Palacios, quien lo había heredado de su esposo don Francisco Palacios.

El mencionado templo funcionó como capilla privada hasta 1902, pero gracias a los buenos oficios del querido Pbro. Santaigo Orellana, Vicario de la parroquia de San Miguel, tal Iglesia con su convento fueron inscritos a favor de la parroquia. En 1914, después de la muerte del Pbro. Orellana ocurrida en 1909, esta Iglesia se inscribiría a nombre de la nueva Diócesis de San Miguel.

El 21 de noviembre de 1862 se colocó la primera piedra de la Catedral de San Miguel, con el apoyo del capitán General Gerardo Barrios, Presidente de El Salvador en esa época. Para iniciar esta obra fue necesaria la demolición del antiguo templo parroquial. Por tal razón la Iglesia Colonial de San Francisco pasó a ser la sede la Parroquia San Miguel Arcángel y Santuario provisional de Nuestra Señora de la Paz. Se pretendía que la “parroquia en construcción” fuera un Santuario digno de la augusta Patrona. Tal obra era monumental y se terminaría hasta 1962, consagrándose oficialmente con el título de CATEDRAL BASÍLICA en una solemne celebración Eucarística.

El 25 de Junio de 1903 un rayo cayó sobre la imagen de la Virgen de la Paz  la cual se encontraba en la Iglesia parroquial de San Francisco debido al a construcción de Catedral.  El rayo quemó el camarín y el vestido de la Virgen, pero la imagen quedó solamente ennegrecida por el humo. Este fue otro gran milagro de la Virgen reconocido y recordado por los católicos.

En 1904 se inició la construcción de la Capilla Medalla Milagrosa, en el interior del antiguo Hospital San Juan de Dios. La obra se concluyó el 19 de mayo de 1914, fecha en que fue bendecida por el primer obispo de la Diócesis Mons. Juan Antonio Dueñas y Argumedo. 

 

Erección de la Diócesis de San Miguel

Con la finalidad de brindar una mayor atención pastoral a las diferentes parroquias de la zona oriental y occidental del país y a la vez elevar a categoría de Arquidiócesis la Diócesis de San Salvador, el Papa Pío X erigió el 11 de febrero de 1913 dos nuevas diócesis sufragáneas: la de San Miguel y la de Santa Ana.

La iglesia particular de San Miguel comprendía los departamentos de San Miguel, La Unión, Morazán y Usulután. Había aproximadamente en el territorio la nueva diócesis 10 parroquias con cura párroco. Los demás pueblos se atendían con las misiones. Después de su erección fue administrada por el mismo Arzobipso de San Salvador,  Mons. Antonio Adolfo Pérez y Aguilar durante un período aproximado de un año, hasta el nombramiento de su primer obispo, Mons. Juan Antonio Dueñas y Argumedo.

Con el surgimiento de una nueva Diócesis en el oriente del país, la Iglesia se fortalece mejorando su organización y su servicio pastoral. Llegan más misioneros y religiosos, que van de pueblo en pueblo predicando y celebrando los sacramentos y se erigen nuevas parroquias. A la base de la Iglesia estaban las mayordomías y cofradías que se alimentaban de la religiosidad popular. Los mayordomos y cofrades eran los líderes de las iglesias de los pueblos filiales y de las ermitas; pero esto poco a poco iría cambiando con la organización de la nueva diócesis.

 

PERIODOS EPISCOPALES

Para conocer mejor los grandes acontecimientos históricos y la acción evangelizadora de la Diócesis de San Miguel a lo largo de sus más de 100 años de vida, la hemos dividido en períodos episcopales. Esta opción metodológica se justifica por tratarse de segmentos históricos bien marcados por la personalidad de cada obispo y sus aportes pastorales. Ellos han impregnado de características propias las diferentes etapas de la Iglesia diocesana, pues han sido pastores, maestros y modelos para las comunidades cristianas.

Obispos de la Diócesis de San Miguel
Ordenados por orden cronológico
  • Mons. Juan Antonio Dueñas y Argumedo

    Mons. Juan Antonio Dueñas y Argumedo

  • Mons. Miguel Ángel Machado y Escobar

    Mons. Miguel Ángel Machado y Escobar

  • Mons. Lorenzo Graciano y Antonelli

    Mons. Lorenzo Graciano y Antonelli

  • Mons. José Eduardo Álvarez Ramírez

    Mons. José Eduardo Álvarez Ramírez

  • Mons. Romeo Tovar Astorga

    Mons. Romeo Tovar Astorga

  • Mons. Miguel Ángel Morán Aquino

    Mons. Miguel Ángel Morán Aquino

  • Mons. Fabio Reynaldo Colindres

    Mons. Fabio Reynaldo Colindres

  • 01 / 08 / 1913
  • 01 / 10 / 1942
  • 10 / 01 / 1968
  • 09 / 12 / 1969
  • 07 / 02 / 1997
  • 02 / 09 / 2000
  • 07 / 04 / 2018

Últimos Tweets – Papa Francisco

Pontifex_esPapa Francisco@Pontifex_es·
enero 27

Hoy se celebra el #DíadelaMemoria. Recordar es expresión de humanidad; es estar atentos, porque estas cosas pueden suceder de nuevo, comenzando por propuestas ideológicas que quieren salvar a un pueblo y acaban por destruir a la humanidad.

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Pontifex_esPapa Francisco@Pontifex_es·
enero 26

La Palabra de Dios es antídoto contra el miedo de quedarnos solos ante la vida. Hablándonos, el Señor nos recuerda que estamos en su corazón, somos hermosos para sus ojos, estamos custodiados en las palmas de sus manos.

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Próximos Eventos en nuestra Diócesis

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