“Pensando y meditando en los sufrimientos que Jesucristo padeció en su santísima Pasión y muerte. Quien mira las heridas de Jesús crucificado y medita en sus dolores, adquiere un gran valor para sufrir sin impacientarse y todo por amor a Dios”.
La familia de Pazzi, a cuyo nombre está unida la famosa conjuración contra el gran duque de Médici, en tiempos de nuestra santa, era todavía de las más importantes de Florencia. Catalina de Pazzi (María Magdalena es el nombre que asumió la santa carmelita el día de su profesión religiosa) nació en 1566, en un siglo rico de acontecimientos en la historia civil y religiosa de Italia y caracterizado por el florecimiento excepcional de grandes santos.
También María Magdalena de Pazzi participó en la situación histórica y social de su tiempo escribiendo cartas muy valientes al Papa, a los cardenales, a los obispos y a los príncipes, señalando las causas de los males que afligían a la Iglesia, que ella atribuía a las deficiencias espirituales de los cristianos y de sus pastores.
Este es uno de los lados maravillosos de la santa, asociada a la pasión de Cristo con los estigmas y otros fenómenos místicos como las visiones, los éxtasis, los arrobamientos, durante los cuales trataba de difíciles cuestiones teológicas.
Tres hermanas, encargadas por el director espiritual, transcribían las revelaciones de Sor María Magdalena. El libro, titulado Contemplaciones y redactado de ese modo tan excepcional es considerado como un importante tratado de teología mística, y al mismo tiempo nos revela el itinerario espiritual de la santa, que a los 18 años había entrado al más austero convento florentino, el de las carmelitas.
Desde muy niña, Catalina de Pazzi se mostró más inclinada a la devoción que a la vida cómoda de su tiempo. Efectivamente, tuvo el privilegio, en ese tiempo muy raro, de hacer la primera Comunión a la edad de diez años.
Después de darle el adiós al mundo y de haber cambiado nombre, Sor María Magdalena fue dócil instrumento de la gracia divina, atravesando todos los estadios de la experiencia mística, desde las audacias de la contemplación hasta las torturantes pruebas de la noche de los sentidos, en la oscuridad abismal de la aridez espiritual, que duró cinco años, durante los cuales fue probada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Y, finalmente, en Pentecostés de 1590, su espíritu quedó nuevamente sumergido por la brillante luz del éxtasis, fortaleciéndose para la nueva prueba sucesiva, la del dolor físico.
Martirizada en el cuerpo por llagas dolorosísimas, cuando el dolor se hacía insoportable, Sor María Magdalena, que había sido nombrada maestra de novicias, hallaba la fuerza para repetir las palabras que se convirtieron en el lema de su vida: Pati, non mori, sufrir y no morir. Murió el 25 de mayo de 1607, en el convento de Santa María de los Ángeles, en Florencia.
Fue canonizada el 28 de abril de 1669 por el Papa Clemente IX.
Santa María Magdalena de Pazzi